domingo, 25 de marzo de 2018

Reformismo y Revolución: un debate más vigente que nunca


Cada día es más evidente que el capitalismo no funciona para responder a las necesidades de la mayoría de la población y su entorno. Los ejemplos de  esta ineficiencia capitalista son innumerables a escala planetaria, desde la crisis alimentaria que condena a millones de personas ala subnutrición y a la obesidad, a la crisis sanitaria con las farmacéuticas a la cabeza invirtiendo solo allí donde les es más rentable, pasando por la crisis de empleo y precariedad laboral, las crisis económicas recurrentes, las guerras por intereses geoestratégicos y comerciales y la crisis ecológica global con el cambio climático en primera línea.

Sin embargo, a pesar de que se comprueba, a consta de enromes sufrimientos y pérdidas, una y otra vez, que el capitalismo no funciona, en los últimos años hemos visto el resurgir de un “nuevo” reformismo de izquierdas (con base electoral progresista) a nivel internacional, desde Obama a Podemos, pasando por Jeremy Corbin en el Laborismo británico y Syriza en Grecia. Un reformismo que no existiría, no se entendería y que ha capitalizado políticamente movimientos de lucha social como el 15M, las protesta estudiantiles en Reino Unido, o la ola de huelgas en Grecia. Luchas sociales con múltiples causas pero que comparten el haber surgido, de una manera u otra, frente a la crisis económica que comenzó en 2007-8. Este nuevo reformismo es muy diverso en su configuración, articulándose en la aparición de nuevos partidos (ej. Podemos en el Estado español), el crecimiento de partidos menores (ej. Bloco de Esquerra en Portugal, y Syriza en Grecia) o la aparición de nuevos líderes en partidos tradicionales (ej. Obama en Estados Unidos, Corbin en Reino Unido e, incluso, Pedro Sánchez con su oposición a Susana Díaz en el PsoE).

El nuevo reformismo comparte muchas características (incluyendo su propia naturaleza) con el reformismo clásico (la socialdemocracia tradicional) pero, debido al estado tan maduro del capitalismo, las contradicciones y los límites del nuevo reformismo se evidencian más rápidamente que en los periodos de boom del capitalismo. En un capitalismo en crisis de civilización, el reformismo clásico y el nuevo no tienen una estrategia coherente para responder a las necesidades de las clases populares y enfrentar con solidez y garantías, por ejemplo, los recortes sociales para aumentar los beneficios de las clases dirigentes. A pesar de los fracasos clamorosos del nuevo reformismo, cuyo mayor exponente es el gobierno de Syriza y sus recortes sociales draconianos, mucha gente piensa aún que la sociedad puede ser transformada sin necesidad de llevar a cabo una revolución profunda que transforme las bases materiales de nuestras sociedades. Quienes piensan esto, desde posiciones de izquierda, abogan porque formaciones políticas progresistas conquisten el apoyo popular para controlar las instituciones políticas, como los parlamentos y el Estado (la administración, la justicia, la policía, las fuerzas armadas…). Sin embargo, todas las tentativas de introducir el medidas sociales profundas y revolucionarias desde los parlamento han fracasado más o menos estrepitosamente. Recordemos, por ejemplo, el golpe de Estado frente al gobierno de Salvador Allende en Chile en 1973. El reformismo en periodos no revolucionarios frena luchas sociales, en periodos revolucionarios conduce a la tragedia social. Podría decirse que el reformismo intenta el “socialismo desde arriba” mientras que las posiciones revolucionarias consecuentes luchan por el “socialismo desde abajo”. Por eso el estalinismo es reformista, más allá de retóricas más o menos encendidas.

El debate sobre reforma o revolución viene de lejos. Por ejemplo, la revolucionaria Rosa Luxemburg se enfrentó a la dirección del Partido Socialista Alemán (SPD) a finales del siglo XIX, con Eduard Bernstein y su libro ‘Los problemas del socialismo’ a la cabeza, por la necesidad de una orientación revolucionaria para superar el capitalismo. La historia le da dado la razón a Luxemburg y su folleto ‘Reforma o Revolución’ y a otras muchas revolucionarias, mostrando que hay, al menos, tres razones por las cuales el reformismo está condenado a fracasar:

1.- Mientras las mayorías progresistas en los parlamentos van gradualmente introduciendo medidas socialistas, el poder económico continúa en manos de las clases dominante que siguen manteniendo gran parte del poder real con el que atacar a gobiernos progresistas. Por ejemplo, el gobierno de Allende en Chile enfrentó varios boicots por parte de los grandes empresarios, como le ocurre actualmente al gobierno reformista de Nicolás Maduro en Venezuela.

2.- La segunda razón por la cual el capitalismo no puede ser reformado se debe al hecho de que la maquinaria estatal (la policía, el ejército, el poder judicial, los servicios públicos, las empresas públicas) no es “neutra”. Fue construida por los capitalistas de arriba hacia abajo, para preservar la sociedad capitalista. La cuestión no es “¿Quién manda en el ejército?” sino “¿Quiénes son esos generales?”. La repuesta: individuos vinculados con quienes manejan los grandes negocios, pertenecen a los mismos clubes, ejercen las mismas funciones sociales, comparten las mismas ideas. Un gobierno realmente progresista tendrá que enfrentar, en minoría si no hubiera grandes luchas en las calles y centros de trabajo, esta maquinaria estatal que impulsaría el boicot a sus medidas, cuando no, directamente, la destrucción del gobierno.

3.- Por otro lado, la democracia parlamentaria mantiene mecanismos que impiden que cualquier movimiento revolucionario pueda tomar forma a través de ella. Las dinámicas parlamentarias burguesas rebajan y ralentizan las exigencias de las luchas sociales, haciendo que si finalmente se aprueben sean reformas de menor entidad que las exigidas desde las calles. Además, y más importante, una reforma conseguida en los parlamentos no conlleva, o en el mejor de los casos rebaja, la lucha desde abajo. Un proceso esencial para superar el capitalismo en el que se dan la autoorganización de la gente trabajadora y clases populares, así como el avance social a nivel psicológico e intelectual de quienes luchan. En Francia hace 50 años, el gobierno conservador del General de Gaulle usó las elecciones en este sentido, para debilitar las luchas sociales. Los partidos reformistas y los sindicatos plantearon a las y los trabajadores que pusieran fin a sus huelgas, cundió el desánimo, y De Gaulle venció en las elecciones.

Como dijo Marx, “las ideas dominantes son las ideas de la clase dominante”, pero a pesar de esto, repetidas veces en la historia del capitalismo han surgido movimientos revolucionarios: Francia en 1871, Rusia en 1917, Alemania y Hungría en 1919, Italia en 1920, España y Francia en 1936, Hungría en 1956, Francia en 1968, Chile en 1972-73, Portugal en 1975, Irán en 1979, Polonia en 1980, Egipto en 2011... La explicación para estos levantamientos reside exactamente en la propia naturaleza del capitalismo, un sistema que tiende a las crisis y a atacar de manera conjunta a los y las trabajadoras. Esto favorece que las personas que integran la clase trabajadora se vean reconocidas unas en otras, se establezca solidaridad y se unan para luchar colectivamente, avanzando a nivel social en autoorganización e ideológicamente. El capitalismo les impulsa a luchar aunque tengan muchas ideas favorables al capitalismo. El propio capitalismo crea las condiciones para un conflicto de clase que abre la mente de los trabajadores a ideas totalmente opuestas a aquellas que ese mismo sistema les enseñó. Y cuando las luchas meramente económicas (salario, jornada laboral, empleo, etc.) incorporan reivindicaciones políticas (dimisión del gobierno, derogación de una ley, puesta en duda del derecho a la propiedad privada, socialización de los medios de producción, gestión cooperativa, etc.) se abre la puerta a la lucha revolucionaria. En entonces, cuando el reformismo intenta desviar las luchas sociales colectivas hacia la acción parlamentaria e institucional de unos pocos.

En el contexto actual de aparición de un nuevo reformismo cargado de contradicciones, unido a las fuertes desilusiones que conlleva, la existencia de organizaciones revolucionarias que expongan y practiquen claramente la vía revolucionaria es clave. Mantener vivas las ideas y la tradición de lucha revolucionaria es esencial porque serán muy útiles de nuevo, en los venideros estallidos sociales. Una práctica revolucionaria sin sectarismos hacia el reformismo, con el que debe luchar codo con codo, pero con las ideas claras para no caer en sus cantos de sirena. Una práctica revolucionaria unida a las luchas sociales, que conecte temas locales con temas globales, radicalizándolas. Una práctica revolucionaria con los pies en el suelo que es la mejor luchadora por las reformas porque sabe cómo impulsar las luchas, no se conforma con las migajas y apuesta por procesos revolucionarios que traen muchas y profundas reformas.



Texto extraído de http://lareplica.es/reformismo-revolucion-debate-mas-vigente-nunca/

Jesús M. Castillo, militante de Colectivo Acción Anticapitalista.

jueves, 22 de marzo de 2018

8M- 2018



Seguramente no conoces de nada mi nombre. Soy una de tantas mujeres. Y hoy, más que nunca, lo digo con orgullo. Una de tantas que organizamos y secundamos la huelga y nos manifestamos en todo el mundo el pasado 8 de marzo. Eso sí, en primera línea. Ese día todas nosotras estuvimos en primera línea.

Sí, soy una de tantas mujeres. Y esa es mi grandeza. Ni más ni menos. Así es como se sienten hoy muchas mujeres en el Estado español, donde arrastramos a las calles a cerca de 6 millones de personas. La justicia y universalidad de nuestras reivindicaciones, las luchas laborales lideradas por mujeres en los últimos tiempos y sus victorias, y nuestra fuerza y tesón organizando la huelga a través de asambleas semanales en muchos lugares del Estado han hecho que este año el Día de la Mujer Trabajadora se haya convertido en un hecho histórico, desbordando al Gobierno y partidos políticos afines y, muy importante, a las burocracias sindicales. El PP pasó de las declaraciones de Rajoy algo más de un mes antes del 8M en las que decía que la brecha salarial entre hombres y mujeres era un tema en el que no había que meterse, a verse obligado a rectificar, para después calificar la huelga de insolidaria, elitista, y a la búsqueda de enfrentamiento entre hombres y mujeres, argumentando que no comparten las críticas al Pacto de Estado contra la Violencia de Género ni al capitalismo, que “pretenden romper nuestro modelo de sociedad occidental”. Por su parte, Ciudadanos, a través de Inés Arrimadas, su candidata al Parlament catalán en las recientes elecciones, afirmó no apoyar la huelga porque no se trataba de una convocatoria feminista sino anticapitalista. Unos y otros, cuando vieron el clamor popular y que el éxito de la huelga era imparable, se colocaron el lazo feminista en las solapas y acudieron a algunos de los actos del 8M. Pues bien, el anticapitalismo ha ganado esta batalla. Y se la ha ganado también a las burocracias sindicales. Cuántas veces nos hemos planteado, desde la izquierda radical y los movimientos sociales, cuál sería la mejor manera de convocar una huelga general por cuenta propia, sin tener que depender de que los sindicatos mayoritarios -UGT y CCOO- tomaran la iniciativa. Otras veces no nos hemos visto capaces, o lo hemos hecho tímidamente, y en general el camino pasaba por tratar de forzar a UGT y CCOO a través de la movilización. Esta vez ha sido distinto. Las mujeres no hemos esperado, hemos dado un paso adelante con valentía y sin complejos. Y hemos contado con el apoyo de sindicatos minoritarios como CGT. Sin duda, el impulso y respaldo internacional han sido clave para ello. Partiendo de ahí, el hecho de que en el Estado español el seguimiento haya sido uno de los mayores, un gran éxito, se ha debido a varios factores. Por una parte, a que ya habíamos logrado colocar el debate feminista encima de la mesa hace tiempo, cuando las movilizaciones contra el proyecto de ley contra el aborto mandaron a su casa a Ruiz Gallardón, entonces Ministro de Justicia; y el debate se plasmaba a través de múltiples frentes como el de la brecha salarial entre hombres y mujeres, las escandalosas cifras de asesinatos por violencia de género (con concentraciones continuas por todo el Estado cada vez que se producía uno de ellos), agresiones machistas como los mediáticos casos de la violación múltiple a una mujer en los San Fermines de Pamplona o la violación y asesinato de Diana Quer. Esto había creado una conciencia, rabia y tejido de movilización feminista. Por otro lado, la estela de movilizaciones desde el 15M de 2012, cuando las calles se inundaron de Indignados, ha mostrado el camino y hecho madurar al movimiento. Y entre ellas, han sido numerosas las luchas laborales en las que las mujeres han tenido un papel protagonista en los últimos años, como numerosas han sido sus victorias: las “Kellys”, las “espartanas” de Coca-Cola en lucha, las trabajadoras de Inditex en Pontevedra, las de las residencias de dependientes en Bizkaia, las profesoras interinas de Madrid, … nos han demostrado una vez más que sí se puede, y que el camino es la lucha. Porque la lucha feminista no es una lucha independiente y desligada de otras que abren brecha en el sistema capitalista. Fue la huelga de las trabajadoras de la fábrica de Cotton de Nueva York en 1908 la que inspiró este día, y la que dio alas a otras mujeres a declararse en huelga, como las 20.000 camiseras que se levantaron en esa misma ciudad meses después. Y este año, con el éxito de la convocatoria de huelga, hemos recuperado ese espíritu, el de todas ellas, el de Clara Zetkin, propulsora de este día. Y, como entonces, nuestra huelga ha inspirado y dado fuerza a otras movilizaciones, después de que el Gobierno pretendiera haber acallado al movimiento y tener un supuesto control de la situación tras el vapuleo sufrido por la lucha por la independencia de Cataluña, que aún tiene mucho que decir. La mecha estaba colocada, y la llama morada ha vuelto a prenderla. Las profesoras y profesores interinas en Andalucía, cuya contienda es un ejemplo de lucha, se sienten sin duda más fuertes en la huelga que están secundando en estos días, con movilizaciones en diversas ciudades. Por su parte, los pensionistas llevan muchos meses organizándose para exigir unas pensiones dignas, y en el último mes han convocado diversas manifestaciones con un seguimiento espectacular, la última el pasado sábado. CCOO y UGT se han subido al carro recientemente al ver el éxito de estas convocatorias. Las tornas están cambiando. No han transcurrido ni dos semanas desde este histórico 8 de marzo, lo que aún nos hace difícil tomar perspectiva, pero sin duda hay un antes y un después. Los corazones y los puños están teñidos de morado y las calles de nuevo inundadas de personas que tienen la certeza de que la lucha sirve, mientras el Gobierno sufre otra sacudida y las burocracias sindicales no salen de su estado de shock.

Artículo escrito por Marta Castillo, militante de Colectivo Acción Anticapitalista, para la publicación de la organización suiza Solidarités.


domingo, 18 de marzo de 2018

8 DE MARZO, FEMINISMO ANTICAPITALISTA.



La historia del movimiento feminista se ha caracterizado por diferentes olas. Desde las primeras feministas de la ilustración que surgieron de la Revolución Francesa, pasando por la Segunda Ola del movimiento sufragista hasta la Tercera Ola, la radical de la segunda mitad del siglo XX, cuando hasta lo personal era político. Ahora ha llegado una Cuarta Ola feminista que viene para quedarse. Ya no reclamamos derechos concretos, como el derecho al voto, acceso al trabajo, la libertad sexual, derechos reproductivos o a la interrupción voluntaria del embarazo, que también. La nueva ola feminista se lo cuestiona todo, desde la desigualdad salarial hasta el derecho a volver solas por la noche a casa sin ser acosadas, ni pasar miedo; desde la precariedad laboral a la invisibilización de la mujer; desde los micro-machismos hasta los trabajos de cuidados no reconocidos ni remunerados en el ámbito de la familia tradicional opresora, pasando por tener que explicar que cuando las mujeres dicen “no es no”.
            El pasado 8 de marzo de 2018, el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, varios millones de mujeres, apoyadas con muchos hombres feministas, salimos a las calles y plazas de todo el Estado español. Desbordamos todas las previsiones y como colofón a una huelga general laboral de 24 horas, de cuidados, de consumo y estudiantil, convocada bajo el lema “Si nosotras paramos se para el Mundo”.
            Como cualquier ola, la nueva ola feminista lleva tiempo formándose. Sin el 15M del 2011 lo que ha sucedido este 8 de marzo del 2018 no se podría explicar. El Movimiento de las Indignadas fue la escuela donde parte de las activistas feministas de ahora empezaron. El auge de Podemos y su apuesta por el parlamentarismo lastró definitivamente el Movimiento del 15M, la mayor brecha junto con el 1-O catalán en el Régimen del 78. Estamos en una nueva ola feminista formada, en gran parte, por mujeres jóvenes, fuertes y combativas. Posiblemente aún no hayan leído ni a Simone Beauvoir, ni a Silvia Federici, ni a Ángela Davis, ni a Virgine Despentes e incluso desconozcan las diversas teorías políticas feministas. Sin teoría también puede luchas sociales, y aprender leyendo, debatiendo y luchando al mismo tiempo. Lo estamos viendo, con la práctica se está aprendiendo la teoría y una vez más, como pasó durante el 15M, el movimiento popular ha sobrepasado y sorprendido a gobernantes y a los partidos políticos del Régimen, que han llegado a acusar a las organizadoras de “luchar contra el capitalismo” o de “ser comunistas”, y que, cuando la ola los ha golpeado de lleno, han intentado subirse a ella. Pero para papelón oportunista, el representado por las burocracias de las centrales sindicales mayoritarias burocráticas (CC.OO. y UGT), desinformando, desmoralizando y boicoteando la huelga general feminista de 24 horas del 8 de marzo con paros insuficientes de 2 horas por turno.
            La ola feminista que inundó las calles y plazas no ha sido cuestión del azar. ni de la improvisación. Enraizada en parte, como hemos dicho, en el Movimiento 15M, ha bebido del movimiento “Ni Una Menos” de Latinoamérica y el Me too” de Estados Unidos, y pensado tras la Marcha Estatal Contra las Violencias Machistas del 7 de noviembre de 2015. Se ha organizado desde abajo y horizontalmente en asambleas feministas unitarias desde el 8 de marzo de de 2016, e incluso desde antes. Este trabajo decidido y constante, y sin restarle espontaneidad a la movilización, ha dado sus frutos.
            No le faltan razones objetivas a la movilización feminista: 739 mujeres asesinas desde el 2007 al 2017, 9 durante lo que va del 2018 (2 de ellas en Andalucía); cada 8 horas se produce una violación en el Estado español; las mujeres españolas cobran un 13% menos en los mismos puestos que los hombres pese a una supuesta igualdad salarial. La brecha salarial se acentúa a la hora de la jubilación: las mujeres cobran un 34% menos de pensión. El 28% de las mujeres andaluzas están en paro, las andaluzas trabajan 87 días gratis (la media estatal es de 54 días), y el 41% de estas mujeres están en riesgo de pobreza, etc. Razones suficientes para convocar una huelga general feminista de 24 horas.
            Por primera vez en el Estado español se ha realizado no sólo una huelga general feminista de 24 horas con un alto seguimiento en sectores laborales altamente feminizados (educación, telemárketing, prensa o sanidad), sino también ha sido una huelga de consumo, de cuidados y estudiantil. Y las huelgas se hacen contra nuestro modelo de sistema económico y nuestro sistema es el capitalista. Cierta crítica que se le hace al movimiento feminista es que omite la opresión que sufren las mujeres también como clase. Además, la huelga no sólo ha intentado parar la producción en los centros de trabajo, sino también parar la reproducción y el cuidado de la fuerza de trabajo en los hogares donde las mujeres cargan con ellos, unos trabajo no remunerados e invisibilizados asignados por el capitalismo a las mujeres y sin el cual no se podría mantener ni reproducir el capitalismo.
            Y es que la mitad de la población, las mujeres, no sólo sufre la opresión de género, a través del machismo, sino que también sufren la explotación de clase por el capitalismo, de la misma manera que hay mujeres (y hombres) que sufren la opresión de raza y de orientación sexual. De aquí la importancia de la lucha anticapitalista dentro del movimiento feminista. El capitalismo sin las ideas machistas no se podría mantener en pié. De la misma manera que el feminismo no puede ser de derechas, pues no es sólo un movimiento social o una ética sino que también es un movimiento político y cuando se realizan políticas de derechas que favorecen la precariedad laboral, la explotación y el recorte de servicios públicos que se ceban en especial con las mujeres. las mismas políticas de austeridad y de recortes en educación, sanidad o dependencia dejan los trabajos de cuidados que deberían realizarse de forma colectiva en los servicios públicos a las mujeres. El capitalismo (ahora en su fase neoliberal) castiga a las mujeres y favorece la desigualdad de género. Es por todo ello que no puede existir un feminismo coherente que no sea anticapitalista y transversal. Para luchar contra todas las opresiones que sufren las mujeres, el movimiento feminista debe de asumir la lucha anticapitalista. Lo vemos a diario, desde las Kellys, las empleadas de hogar, las trabajadoras de telemárketing, las cajeras de las grandes superficies comerciales o las empleadas en hostelería y restauración son claros ejemplos de la explotación del capitalismo sobre las mujeres de clase trabajadora. Cientos de miles de mujeres no se pudieron sumar a la huelga general de 24 h del 8 de marzo debido a la precariedad laboral, al acoso y la coacción empresarial. El movimiento feminista no puede olvidarlas. De ahí surge la necesidad de unificar las luchas: contra el machismo y el capitalismo.
           
David Roble y Caterina Iannini, activistas del Colectivo Acción Anticapitalista

sábado, 10 de marzo de 2018

Frente a la privatización de las pensiones, la lucha en las calles.



El sistema público de pensiones se encuentra sometido a un ataque brutal por parte de los poderes económicos, que tratan por todos los medios de apoderarse de su capital, como un recurso especulativo más. Los gobiernos consecutivos en las últimas décadas del PSOE y del PP están al servicio de estos poderes económicos (los capitalistas) con sus reformas legislativas y sus recomendaciones de realizar planes de pensiones privados. Ya en los años ochenta del siglo pasado todos los servicios de estudios de las entidades financieras y similares, apoyados y jaleados por los organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y la Unión Europea (UE), y con la connivencia de los gobiernos estatales, comenzaron a emitir informes acerca de la inviabilidad del sistema público de pensiones.

Estos informes pretendían abonar el terreno para realizar reformas en contra de las pensiones públicas y hacer propaganda sobre los planes privados de pensiones. La argumentación de todos estos informes es similar: el incremento de la esperanza de vida y la baja tasa de natalidad dibujan una pirámide de población que hará inviable  el futuro del sistema público de pensiones. Es una ironía contemplar a la "Europa Fortaleza" preocupándose por la reducida tasa de natalidad y el envejecimiento de la población al tiempo que condena a miles de personas, que quieren entrar en Europa buscando una vida mejor, a morir ahogadas en el Mediterráneo. Si el problema radicara solo en estas variables, la solución sería bastante sencilla, se trataría simplemente de abrir las fronteras a los trabajadores inmigrantes. En el Estado español también se realizaron estudios de expertos sobre el tema de la viabilidad de los planes de pensiones. Uno de ellos fue el que la Fundación BBVA en  que  contrató a treinta y cuatro "sabios" para que estudiasen el tema. Trabajaron durante veinte meses para llegar a la conclusión  de la imposibilidad de mantener el sistema público si no se reformaba y, ¡oh sorpresa! recomendaban la  realización de  planes de pensiones privados (el zorro cuidando a las gallinas).

En este escenario, se produjeron las dos últimas reformas protagonizadas por dos partidos al servicio de las elites financieras,  PSOE  y  PP. Puntos destacados de la reforma del PSOE de 2011 fueron el aumento del período de cotización para cobrar la pensión máxima (de 35 a 38 años y medio), la ampliación del periodo de cómputo para el cálculo de la pensión (de 15 a 25 años), y el aumento de la edad de la jubilación (de 65 a 67 años de forma paulatina  desde 2013 a 2027).                                                  

La  última reforma del PP en 2014 dispuso que el aumento anual de las pensiones no se hará  en función del índice de Precios al Consumo (IPC), como hasta ahora, sino  por lo que llama el índice de revalorización (IR), en el que se concreta un 0.25% como mínimo, y como máximo el IPC más un 0.5%. Hasta ahora, las subidas de las pensiones están siendo del 0.25%, perdiéndose claramente poder adquisitivo; este es, a día de hoy, uno de los de los puntos  más reivindicados en las movilizaciones que actualmente se están llevando a cabo. Otra modificación importante fue el cálculo de la primera pensión a percibir en función de la esperanza de vida, o “factor de sostenibilidad”, que comenzará a aplicarse en 2019. Se calcula la cuantía de la pensión de una sola vez y en función de cuál sea la esperanza de vida en ese momento. A mayor esperanza de vida, menor cuantía de pensión. Esta reforma está causando un empobrecimiento de un mínimo del 12% del poder adquisitivo y, en los peores casos, de hasta un 28%, en una realidad ya de por sí alarmante, dado que el 52% de la población jubilada ya no llega al salario mínimo interprofesional y 2,3 millones personas tan sólo perciben una pensión asistencial de 330 euros al mes.

El gobierno del PP además de esto se salta a la torera el Pacto de Toledo y saquea y expolia  el Fondo de Reserva de la Seguridad Social, la llamada "hucha de las pensiones", que ha pasado de 66.815 millones de euros en 2011 a 25.716 millones en 2016, hasta dejarlo sin fondos en la actualidad. Esto ha revertido  en un préstamo adicional de 10.192 millones de euros para hacer frente a la paga extra de diciembre de 2017.

En el plan  de estos gobiernos de  PP y PSOE,  además de estas reformas legislativas que merman derechos sociales y económicos de los pensionistas, está la de incentivar planes privados de pensiones con  medidas que dan respuesta a las pretensiones de la Patronal de las Instituciones de Inversión Colectiva (Inverco). Entre estas medidas de los buitres capitalistas están el reducir las comisiones y cargos de gestión de estos planes de pensiones y beneficios fiscales por suscribirlos. Son unos 2.000 millones de euros lo que le cuesta al Estado las subvenciones a los planes de pensiones privados. Planes privados de pensiones que son muy poco rentables y en los que pueden perderse todos los ahorros, como le ocurrió a mucha gente cuando llegó la crisis económica de 2008.

Otra estrategia que utilizan con este mismo propósito es la manipulación del lenguaje, hablar de 'impuesto' a las cotizaciones sociales, mientras las aportaciones a planes de pensiones privados son calificadas de 'ahorro', hablar  de “plan de pensiones del sistema individual”, en vez de privado. Es decir, la misma jerga que utilizan en sanidad diciendo externalización en vez de privatización. También se valen del  miedo haciendo creer que estamos en una encrucijada dramática, en un laberinto de difícil salida, repitiendo el argumento de que el creciente envejecimiento de la población y la baja tasa de natalidad hacen inviable el futuro el sistema público de pensiones.

De lo que se trata es de desposeernos de un ahorro colectivo y público, que no está al servicio del capital, para potenciar un ahorro privado que permita al capital financiero ir invirtiendo en los mercados y generar un beneficio privado. Hay estudios que  calculan que la reforma de las pensiones supondría una trasferencia de más de 200.000 millones a fondos privados de pensiones.

El mantenimiento de las pensiones públicas no es  una cuestión demográfica, es una cuestión política, no es una cuestión de insuficiencia de medios, sino de  distribución de la renta. Hablan de que el sistema público de pensiones se perfila como insostenible. Pero sabemos que el principal problema de las pensiones públicas es que la fuente  de financiación, esto es  las cotizaciones a la Seguridad Social, está  bajo mínimos  como consecuencia de las reformas laborales realizadas por PSOE y PP que están propiciando que salgamos de la crisis con una tasa altísima de paro, con trabajos precarios, bajos salarios y, consecuentemente, bajas cotizaciones. Luchar por la derogación de las reformas laborales es clave para el sostenimiento de las pensiones públicas. 

El artículo 50 de la Constitución española afirma: "Los poderes públicos garantizarán, mediante pensiones adecuadas y periódicamente actualizadas, la suficiencia económica a los ciudadanos durante la tercera edad", pero los capitalistas y sus partidos solo piden que se cumpla su Constitución cuando les interesa. Una de las reivindicaciones de las Plataformas en defensa de las pensiones públicas dice  que,  en caso de necesidad, se recurra a los Presupuestos Generales del Estado. Además, hace falta una mejora presupuestaria e impositiva para financiar las pensiones, aumentando los impuestos a las grandes fortunas y las grandes empresas y recuperando dinero del rescate bancario y de autopistas de peajes, así como de un presupuesto militar que sigue amentando.

Las  Plataformas son un movimiento de pensionistas creado desde abajo que se han constituido a nivel estatal en una Coordinadora  por la Defensa de las Pensiones Públicas  que está impulsando  movilizaciones  para conseguir  el mantenimiento y la mejora del sistema de pensiones públicas. En una de las últimas movilizaciones, el 22 de Febrero, convocada en todo el Estado español cientos de miles de  pensionistas  llenaron  las principales plazas de más de setenta ciudades. A la lucha por la pensiones públicas siguen sumándose diversos colectivos y sindicatos, así como personas no jubiladas, incluidos jóvenes.

Tienen que continuar las movilizaciones hasta echar al gobierno del PP, y sus recortes y mentiras, desde las calles. Se trata de un problema político y  nuestro papel es desenmascarar los intentos de justificar mediante planteamientos aparentemente técnicos las posturas ideológicas capitalistas. Impulsemos las movilizaciones y la lucha por unas pensiones públicas dignas y sin intervención de los buitres capitalista.

Lola Segura, activista de Colectivo Acción Anticapitalista.